Hace unos días estuve en la presentación de la última novela de Agustín Martínez, uno de los componentes de Carmen Mola, para presentar su última novela: El esplendor.
En el evento nos contó su forma de proceder a la hora de escribir una novela. Contaba que necesita tener toda la historia estructurada con una escaleta, donde tiene escrito, capítulo por capítulo, todo lo que ocurre en ellos y el número de los mismos.
Agustín, y como nos contó, también Carmen Mola, trabaja de esta manera, haciendo una escaleta de unas 100 páginas, para un libro de unas 500.
Es el ejemplo claro de escritores mapa: necesitan tener toda la historia estructurada antes de ponerse a escribir la novela.
Hola, soy Antonio de Rosa, y hoy vengo a explicarte mi forma de escribir. Esto es, si soy escritor brújula o escritor mapa.
Ya os he contado qué es un escritor mapa. Ahora vamos a un ejemplo de escritor brújula.
En una conversación hace un par de años con César Pérez Gellida en la Feria del Libro de Murcia, me contó que él tiene toda la historia en la cabeza y va dándole vueltas a una escena durante la noche (es insomne) y cuando se levanta y se pone a trabajar, vuelca eso que ha estado cociendo en su cabeza y lo suelta.
Este sería el ejemplo de un escritor brújula, que se deja llevar por el instinto y la intuición.
Pero, ¿qué soy yo: brújula o mapa?
Para intentar saberlo voy a contar mi forma de proceder cuando escribí «El secreto del Nazareno» y cómo he escrito después la historia corta de Salva Reina: El códice de la Penitencia, y la continuación de El secreto.
Cuando inicié la escritura de mi primera novela yo no sabía cómo estructurarla, pero tampoco cómo estructurarme, así que comencé a poner capítulos con nombres y algo que pasaba en cada uno de ellos. Todo muy básico y con poco detalle. Obviamente, esa «escaleta cutre» no fue a ningún sitio y tuve que intercalar capítulos, recortar por la mitad otros, alargar algunos y unir otros. En fin, un mal mapa que arreglé con intuición de brújula.
En la continuación de «El secreto del Nazareno», que escribí en bruto el pasado verano, planteé de nuevo muchos capítulos (alrededor de 20, 10 de cada época) y comencé a escribir después de investigar durante mucho tiempo. Es decir, todos esos errores de documentación que tuve anteriormente quería mitigarlos (no lo conseguí aunque mejoré mucho). Comencé a escribir con una base potente, esto no quiere decir que no tuviera que unir capítulos, recortar, dividir o añadir cosas, aunque en menor medida que con el secreto. A la vista está que tardé muy poco tiempo, unos cuatro meses, en escribir una historia completa de unas 300 páginas.
Ahora me pregunto y os pregunto: ¿soy un escritor brújula o escritor mapa?
La respuesta no está clara. Por una parte me gusta tener toda la historia bien planteada, con muchos de los giros y el final bien pensado (aunque no cerrado). Pero por otra parte me fío mucho de mi intuición a la hora de escribir y dejo fluir los dedos en el teclado para que la historia se vaya enriqueciendo.
Por tanto, soy una mezcla de brújula y mapa, aunque un poco más mapa. Y, ¿por qué? Pues porque para escribir una novela de ficción histórica, como es mi caso, tienes que tener una parte de documentación resuelta, así como muchas de las cosas que ocurren en la historia y, a ser posible, un final creíble aunque, como he escrito antes, no cerrado.
Espero que te haya gustado y servido este post para conocerme un poco más.
Nos leemos la próxima semana.